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12/05/2013

Artículo publicado en el diario la opinión de Zamora

Ser torero es una condición, pero a veces se lo juega uno a cara o cruz»

«Mañana (por hoy) no hay más opciones que la del triunfo, todo lo demás sería un fracaso, vuelta a las dudas»

13.05.2013 | 08:55

Diego Luna con gesto pensativo.
Diego Luna con gesto pensativo. Foto Magín

CELEDONIO PÉREZ Hay días en la vida que duran años porque tienen pórticos como túneles sin boca de salida, porque tienen corrales cosidos al horizonte. Porque tienen rebaba a la entrada y a la salida. De esas jornadas cada uno acumula unas pocas en la existencia y nunca coinciden, son más de entraña que de epidermis. Diego Luna hoy tiene un día apuntado de rojo bermellón en el calendario, de los que quieres que lleguen pero ay, lo que duelen desde la noche, como un parto de los montes. Un día para recordar siempre, para olvidar siempre, la cara y la cruz más evanescentes que nunca.

El marco de la prueba no está muy lejos de casa, es llano arenoso, nada que ver con el moteado familiar del Raso. Es el coso plantado junto al Paseo de Zorrilla, arena del Pisuerga pasada por el cedazo del tiempo. Hará el paseíllo en una tarde de postín, una novillada de tirabuzones para soñar con el triunfo. La gran reválida para su vida de torero, corta y también intensa.

Ayer soñó sombras puntiagudas mientras adormecía con su pausado capote a las vacas de los hermanos Bragado. Se cansó a torear entre amapolas, en una primavera conspicua, brutal; abotargada de verde, gorda como nunca, que no ha parado de comer lluvia desde octubre. «Está bien, lo hemos visto muy bien», resalta Paco Pérez, vicepresidente del Foro Taurino, cuyos componentes disfrutaron de una comunión plena con la naturaleza. Hubo quien metió la mano en la tierra casi sin querer y notó el calor del barro. Ese es el hurmiento que mueve el mundo, el que nos ha hecho llegar hasta aquí, el que seguramente hace que un joven villalpandino deje a un lado las cosas propias de los jóvenes y se ponga delante de un animal que lleva el orgullo clavado en sus astas.

Esta tarde torea en Valladolid, en la feria de San Pedro Regalado. Sus compañeros en la novillada sin picadores: Jiménez López, Jaime Rodríguez, Juan de Dios, Manolo Venegas y Fernando Plaza; el ganado de encaste Domecq. Un novillo que puede ser el principio de todo. No todos los días se tiene el escaparate de una plaza de primera, un campanario para que los aplausos se oigan más allá del Parque del Campo Grande.

Es el momento de demostrar que el poso del gran Andrés Vázquez no se ha ido volando hacia el limbo. Con El Nono entrena y sufre, y torea hasta acabar reventado, que el maestro es muy exigente, hasta cruel cuando quiere que el alumno se doble y busque el acople con el espacio, la muleta y el suelo.

-Lo de Valladolid de mañana (por hoy) es más que un sueño, una lotería que toca pocas veces.

-Así es, estoy muy contento. La verdad, no me lo esperaba. Soy consciente de la importancia que tiene una oportunidad como está y estoy dispuesto y preparado para afrontarla con garantías de éxito.

-¿Hoy es triunfar o triunfar?

-Efectivamente, no hay vuelta de hoja. A cara o cruz. Sé que es difícil, que te lo juegas todo a un solo novillo, que salgo a torear el primero, con lo que eso conlleva, pero da igual. El único resultado tiene que ser el triunfo, porque estoy convencido de que la tarde de mañana (por hoy) va a marcar mi destino como torero.

-Sería muy importante dar la campana, precisamente en una plaza de campanillas.

-Por supuesto, y estoy convencido de que la voy a dar, porque estoy preparado para ello.

-¿Esta oportunidad le llega en el mejor momento de su carrera?

-Creo que sí, desde luego en un momento clave, de esos que te marcan en la vida. Seguramente después de lo de mañana (por hoy) decidiré sobre mi futuro...

-¿Pronto el debut con caballos?

-No tengo prisa, ni tan siquiera sé si será este año. Lo que quiero es torear mucho, todo lo que pueda y después ya se irá viendo.

-¿Cómo se ha preparado este invierno?

-No he parado, mucho entrenamiento físico y después muchos días con el maestro Andrés Váz-quez, él es mi espejo. En la plaza de toros de Villalpando hemos toreado mucho, entrado a matar, lo hemos hecho todo. La verdad es que le estoy muy agradecido, lo mismo que a los hermanos Bragado, que siempre se portan bien y ofrecen su ganadería para lo que haga falta.

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Rezuma vitalidad. Tiene lo básico: planta de torero y unas ganas enormes de triunfar. Sueña con vestirse un traje azul purísima que haga juego con sus ojos donde cabe el horizonte terracampino, ahora un paraíso en plena ebullición. Quiso ser torero desde niño y en esas está. No es fácil, aunque lo de ser de Villalpando da alcurnia y un empujón en algunas ocasiones. Admira al maestro, al gran Andrés Vázquez. Como él busca el arte por el camino de la rectitud. De plástica vertical, sabe que, a veces, hay que ensancharse y ocupar más los espacios, la querencia del astado. Saber ir poco a poco, esa es su gran virtud. Y que nunca desespera, porque cree en sí mismo. Por algo será.

 
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